Ciudades sin ciudadanos. En las ciudades convergen multitud de problemas: de movilidad, de vivienda, medioambientales, de abastecimiento de alimentos y energía, de seguridad, etc., que se han resuelto tradicionalmente, con mayor o menor acierto, conjugando decisiones políticas y técnicas y con escasa o nula participación y colaboración de los ciudadanos.
El ciudadano creador. Ante este panorama, han surgido numerosas iniciativas de base promovidas por colectivos de ciudadanos que se autoorganizan para resolver problemas comunes: huertos urbanos, cooperativas de cesión de uso (cohousing), monedas locales, bancos de tiempo, espacios makers y fablabs... La economía colaborativa nos muestra otras formas de pensar la movilidad o de activar y compartir recursos desaprovechados. El big data nos sugiere nuevas posibilidades de actuación a partir del conocimiento y análisis de multitud de datos. Nuevas tecnologías de producción (fabricación aditiva, 3D) y de generación de energía señalan el camino para la relocalización de actividades industriales. Se redescubre el valor de los espacios urbanos como lugares de relación y conocimiento. Todo ello nos obliga a replantearnos la ciudad desde otras perspectivas. Hay un nuevo ciudadano creador que reclama un espacio de relaciones y convivencia diferente.
Como nos cuenta Manu Fernández, "Necesitamos ciudades inteligentes que nos hablen de muchos de los valores urbanos que no tienen que ver con una vida eficiente. Necesitamos una ciudad inteligente de las tecnologías cotidianas, de las tecnologías del cuidado, de las necesidades reales de la ciudadanía. Necesitamos una ciudad inteligente dirigida a hacer de la tecnología un medio para un objetivo mayor que es disponer de mecanismos de gestión inteligente de lo público y de oportunidades para ensanchar las posibilidades de disfrute de la ciudad"